La rayuela se juega con una piedrita que hay que empujar con la punta del zapato. Ingredientes: una acera, una piedrita, un zapato y un bello dibujo con tiza, preferentemente de colores, así se refirió Julio Cortázar al juego en su clásico literario, Rayuela. Publicada en el 1963, esta obra o contranovela, como bien la describió Cortázar, se caracteriza por ser macroestructural y surrealista.
Rayuela es una novela donde el amor, la locura, la libertad, el arte y el humor se funden en una prosa viva y lúdica que se convierte en un desafío para cualquier lector. Leer Rayuela es adentrarse en un cosmos psicológico de amor que se desarrolla en tres escenarios en los que el humor y la nostalgia constituyen un enigma que avanza hacia un horizonte donde el lector y los personajes se hacen cómplices en un mundo interactivo.
La obra se fragmenta en tres partes estructurales: Del lado de allá (París), Del lado de acá (Buenos Aires) y De otros lados (capítulos prescindibles como los describió el autor). Rayuela es narrada desde múltiples ángulos, como un juego de niños en el que no existe una sola manera de leerla. Como si se tratara de un juego, desde el inicio Cortázar propone al lector dos maneras de lectura, lineal o siguiendo el tablero de dirección.
Rayuela, es muchos libros que, a su vez, se dividen en dos. La lectura lineal comprende los capítulos del 1 al 56, primer libro. La lectura del segundo libro inicia en el capítulo 73 y sigue un orden establecido que se indica al pie de cada capítulo.
Aunque cada lector es libre de leer según le plazca, el propio autor sugiere tres formas de leer Rayuela.
- Estilo tradicional – leer desde el inicio hasta el final.
- Desorganizado – siguiendo las instrucciones de alternar los capítulos como el autor propone al inicio.
- Secuencial – leer el “primer libro” que comprende del capítulo 1 al 56, y obviar el “segundo libro” que comprende los 99 capítulos prescindibles.
Sin importar el orden de preferencia, Rayuela es un clásico universal que todo lector disfrutará. La imaginación literaria de Julio Cortázar convierte al lector en un niño capaz de jugar, sin reglas ni límites, entre las páginas de una historia que puede ser interpretada desde distintas perspectivas visuales.
Por Linda Ojeda
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