Georgina nos habla de Pablo…
(…) se encontraba Pablo Neruda frente al espejo, viéndose como se describió alguna vez: duro de nariz, mínimo de ojos, escaso de pelos, creciente de abdomen, largo de piernas, amarillo de tez… Sonreía mientras se abotonaba el cuello de la camisa. Esta noche se vestiría de frac.
“Si pudiera pintarme mis bigotitos con corcho quemado, como cuando me disfrazo en Isla Negra, todo sería perfecto”, pensaba con cara de niño travieso.
El amigo de Kiria ya tenía sesenta y siete años. Además de cónsul en muchos lugares, había sido senador, embajador y Académico de la Lengua. Había escrito hasta esa fecha dos mil páginas de poesía. Sus obras se habían traducido a muchos idiomas. Había recibido una gran cantidad de premios. Había viajado por todo el mundo. Esa noche estaba en Estocolmo y se preparaba para recibir, de manos del rey de Suecia, tal vez el reconocimiento más importante de su carrera: el Premio Nobel de Literatura. Sin embargo, se sentía como en un reparto de premios escolares en Temuco, la pequeña ciudad de Chile, donde vivió de niño.
Y es que Pablo, ese de quien hablo, uno de los mejores poetas de la literatura universal, conservó dentro de sí su alma de niño. Le gustaban los caracoles, los volantines, los pájaros, los caballos de madera o de cartón, los mascarones, las botellas de diferentes formas, tamaños y colores (algunas con barcos adentro)… Coleccionaba objetos y libros como si fueran juguetes, con el propósito de entretenerse. Decía que el niño que no juega no es niño, y el hombre que no juega habrá perdido para siempre al niño que vivía en él y le hará mucha falta.
Nunca lo conocí, pero he leído sus libros y siento que lo conozco y es mi amigo. Supe de su experiencia con Kiria, su mangosta domesticada, porque él mismo la contó en un libro fascinante, Confieso que he vivido, donde habla de su vida como si fuera un largo cuento. Mientras lo leía, sentía que él me hablaba. Por eso digo que los libros son mágicos.
Acerca de la autora:
Georgina Lázaro León nació en San Juan, Puerto Rico. Estudió para ser maestra y enseñó en varios niveles hasta que se convirtió en madre y decidió quedarse en casa con sus hijos. Entonces, comenzó a escribir para niños. Varias de sus poesías y nanas se han convertido en canciones. Ha recibido muchos premios y reconocimientos, entre los cuales se destaca una mención de honor del Premio Pura Belpré, en 2010.