Amo el español porque es mi lengua materna. De niña solamente hablábamos español. Nuestra vecindad era totalmente mexicoamericana porque en ese tiempo había segregación. Cuando entré a la primaria, no sabía hablar ni una palabra de inglés como miles de otros hispanos en Texas. No había programas bilingües así que aprendí inglés en un programa de “inmersión”. “Nadabas o te hundías.” No me hundí gracias a mi profesora.
En la primaria y secundaria se nos prohibía hablar español, excepto en la clase de español. Creo que mi experiencia con los profesores que nos castigaban por hablar español me afectó de tal manera, que yo quería mostrarle al mundo lo bello que es el español. En la universidad decidí recibirme de profesora de español. Pensé que podía compartir con mis estudiantes lo bello que es el español y la cultura hispana y a su vez, ellos podían compartir sus experiencias con otras personas. Quería enfatizar que ellos podían llegar a ser bilingües y que también podían obtener un mejor empleo.
En el salón de clase, me topé con varios problemas igual que muchísimos otros profesores de español. Los consejeros inscribían a todos los estudiantes en el curso de Español I, sin tener en cuenta si hablaban español o no. Tenía que preparar dos lecciones distintas para poder cumplir con las necesidades lingüísticas de cada grupo. Los hispanohablantes usaban el mismo texto que los monolingües porque no había textos para hispanohablantes; así que había que buscar recursos adicionales. Si yo quería ofrecer cursos avanzados, el administrador combinaba dos niveles de español en la misma clase porque no había “suficiente número” de estudiantes para formar una clase separada. ¡Qué problema! Todo esto me motivó a encontrar soluciones.
A lo largo de mi carrera como profesora de español, supervisora de profesores y directora de idiomas en la Agencia de Educación de Texas (TEA, por sus siglas en inglés), trabajé para que los administradores y TEA reconocieran cursos de Español para Hispanohablantes. Al reconocerlos, las casas editoriales comenzaron a desarrollar textos para hispanoblantes. En mi distrito escolar, trabajé con un grupo de profesores para desarrollar pruebas de competencia en español para que los hispanohablantes pudieran pasar a niveles avanzados. Al pasar estas pruebas de competencia, los estudiantes saltaban uno o más niveles de español. Si saltaban al Nivel III, recibían crédito por el Nivel I y el Nivel II automáticamente y al terminar satisfactoriamente el Nivel III, el estudiante recibía su tercer crédito. Esto le daba la oportunidad a los profesores de ofrecer cursos avanzados en sus escuelas sin tener que combinar las clases. Trabajé con los directores de GT (Dotados y Talentosos) en la TEA para desarrollar clases de Advanced Placement Spanish Language en la escuela intermedia. El programa era para estudiantes con suficiente conocimiento de español. La mayoría eran hispanohablantes. Este programa ha tenido muchísimo éxito y sigue creciendo a través del estado. Nadie podía creer que los estudiantes de intermedia podían tomar cursos de AP, pero los estudiantes demostraron lo contrario. Tuvieron éxito en el curso y pasaron el examen de AP Spanish Language.
¿Qué les puedo decir? Yo amo el español y todo lo que representa su cultura. Hay que luchar para crear un ambiente de enseñanza efectivo para los profesores y mejorar las oportunidades de los estudiantes para avanzar sus estudios de español. Les reto a que sigan mejorando los programas de español en sus escuelas y distritos escolares.
María J. Fierro-Treviño