By Evelyn Silva
Las leyendas han acompañado a través de los siglos la historia de nuestra América Latina. Las narraciones comprenden desde deidades mesoamericanas como Quetzalcóatl, que en náhuatl significa “serpiente emplumada” hasta la fundación de ciudades como lo es, en este caso, la Ciudad de México.
En los documentos históricos, el nombre la ciudad era México–Tenochtitlán, proveniente de la lengua náhuatl y que significa “lugar de tunas sobre piedras”. Cuenta la leyenda que algunos pueblos nahuas emprendieron una peregrinación desde Aztlán siguiendo la promesa que le haría su dios Huitzilopochtli. Huitzilopochtli les había asegurado a los peregrinos que encontrarían una pequeña isla en medio de un lago (refiriéndose al laoo Texcoco) y que en ella verían un águila sobre un nopal. El águila tendría sus alas extendidas y estaría mirando hacia el sol. Esta imagen indicaría el sitio en el cual estos pueblos peregrinos debían asentarse y fundar su ciudad: México–Tenochtitlán.
Las versiones sobre la fundación de México–Tenochtitlán varían de códice en códice pero la mayoría se los historiadores coinciden en que la ciudad se estableció en 1325 y que fue la capital del imperio mexica, sucesores de los pueblos nahuas originarios.
México–Tenochtitlán fue una de las ciudades más importantes de su época. Desde ella se erigió un poderoso Estado que dominó, a través de un sistema imperialista, gran parte de los territorios mesoamericanos. La ciudad prosperó y floreció gracias a los tributos de los pueblos sometidos al poder los mexicas. De acuerdo a las memorias de los cronistas, la ciudad estaba atravesada por tres extensas y amplias avenidas (calzadas) que conectaban la isla con tierra firme. La isla estaba rodea de canales que eran utilizados para transportarse en barcas hasta tierra firme. De la misma manera, la ciudad estaba rodeada de chinampas las cuales no eran más que balsas cubiertas de tierra que eran utilizadas para fomentar la agricultura. Gracias a las chinampas, en las que se cultivaban verduras y flores, la ciudad comenzó a extenderse sobre los lagos y lagunas del Valle de México. México–Tenochtitlán se había convertido en una poderosa ciudad flotante que en la medida que se expandía, iba consolidando su poder sobre otros pueblos e iba adueñándose de los territorios vecinos. La ciudad contaba con grandes edificios que sobresalían en el paisaje. Las casas, por lo general, eran de un solo piso.
Un dato curioso: la ciudad estaba rodeada, como una fortaleza, de agua dulce, a pesar de que las aguas el lago Texcoco eran saladas. ¿Cómo lo consiguieron? Los mexicas construyeron diques en los cuales desembocaban los ríos que alimentaban el lago. Además, habían construido dos acueductos con los que proveían de agua a los habitantes de la ciudad. Sin embargo, el elemento más importante y fundamental en la consolidación de México–Tenochtitlán fue su extremada organización y las efectividad los aparatos estatales. Diariamente las calles eran limpiadas, los excrementos y basura eran recolectados y reutilizados como fertilizantes para los cultivos en las chinampas. En los hogares y en algunos espacios públicos era posible encontrar baños públicos (letrinas) que eran aseados diariamente. Los canales de agua se cruzaban por puentes que una vez llegada la noche eran elevados para evitar asaltos de los enemigos durante la noche.
No cabe duda que esta ciudad fue un centro de poder considerablemente organizado. Con la llegada de los españoles numerosas naciones mesoamericanos encontraron en la alianza una posibilidad real para liberarse de dominación mexica. Es por ello que en 1521, la ciudad de México–Tenochtitlán cayó en manos españolas a pesar de la resistencia que brindó su último tlatoani, Cuauhtémoc. La historia de lo que fue la fundación de la ciudad de México–Tenochtitlán está plasmada en la bandera mexicana y su historia llena de orgullo a los mexicanos.